La inversión pasiva ha evolucionado de una estrategia minoritaria a una fuerza dominante en el mundo financiero. Su simplicidad y eficacia han atraído tanto a pequeños inversores como a grandes instituciones.
Durante la última década, la inversión pasiva ha pasado de representar un porcentaje modesto del patrimonio gestionado a acaparar cerca del 40 % de los fondos globales en 2023, frente al 20 % en 2010. En Estados Unidos, más del 55 % de los activos en renta variable ya se gestionan de forma pasiva, mientras que en Europa y Latinoamérica la penetración crece firmemente.
Varias razones explican este fenómeno. Primero, existe evidencia empírica de largo plazo que demuestra que la mayoría de fondos activos no baten a sus índices de referencia una vez descontadas comisiones. Segundo, se ha producido una caída estructural de las comisiones en los productos indexados y ETF. Además, las plataformas de bajo costo, los roboadvisors y los brókers online han mejorado el acceso minorista, combinándose con una filosofía comprar y mantener cada vez más difundida.
Por ejemplo, un estudio de Morningstar revela que el 85 % de los fondos activos de renta variable global no superan al MSCI World en un horizonte de 15 años. Mientras tanto, los activos gestionados de forma pasiva han crecido a un ritmo anual compuesto del 12 % desde 2010.
La inversión pasiva es una estrategia de buy & hold que busca igualar el rendimiento de un índice, no superarlo. Un fondo indexado o ETF replica la composición de un índice ya sea mediante compra directa de todos sus valores o a través de derivados sintéticos, ajustando periódicamente la cartera según cambios en la ponderación de sus componentes.
Sus pilares teóricos se apoyan en la hipótesis de mercados eficientes, que sostiene la dificultad de batir de forma consistente al mercado, y en la importancia de los costos y del interés compuesto a largo plazo. Asimismo, destaca la relevancia de la asignación de activos frente a la selección activa de valores.
Al evaluar ambas alternativas, conviene tener en cuenta objetivos, costes, riesgos y requerimientos de cada enfoque.
La inversión pasiva no elimina el riesgo de mercado, pero sí construcción de carteras sin intervención activa reduce la probabilidad de elegir un mal gestor y de incurrir en comisiones que erosionan el rendimiento compuesto.
Comparando dos escenarios a 30 años con una rentabilidad bruta anual del 6,5 %:
- Con un TER medio de 0,20 %: capital final aproximado de 447 000 euros.
- Con un TER medio de 1,50 %: capital final aproximado de 339 000 euros.
La diferencia de casi 108 000 euros subraya cómo importancia de los costos impacta el patrimonio acumulado.
Para sacar el mayor partido a la inversión pasiva, es crucial definir una asignación de activos adecuada según tu perfil y horizonte. Una combinación típica puede incluir un 70 % de renta variable global y un 30 % de renta fija de alta calidad.
Otro consejo es establecer aportaciones periódicas automáticas. Este método, conocido como dollar cost averaging, disminuye el riesgo de entrar en el mercado en momentos de precios altos y favorece la disciplina inversora.
El reequilibrio anual permite mantener la proporción deseada de los activos y aprovechar la venta de posiciones que han crecido desproporcionadamente para comprar aquellas que han perdido valor relativo.
Finalmente, la diversificación internacional y sectorial evita concentraciones excesivas. Combinar índices de renta variable global con bonos de gobiernos sólidos y, si el perfil lo permite, un pequeño porcentaje en activos alternativos, puede optimizar la relación riesgo-rendimiento.
La inversión pasiva ha demostrado ser una estrategia robusta y accesible para inversores de todo tipo. Su crecimiento refleja la búsqueda de eficiencia y transparencia en los mercados financieros actuales.
Para comenzar, selecciona un vehículo pasivo acorde a tu perfil, define tu asignación de activos y automatiza tus aportaciones. Mantén la calma ante la volatilidad y confía en el poder del interés compuesto.
Con disciplina, costos bajos y una visión de largo plazo, podrás maximizar tus rendimientos y construir un patrimonio sólido de cara a metas como la jubilación o la independencia financiera.
Referencias